Siempre que esta cerca el día de la madre, los hijos pródigos estamos pensando en el regalo que expíe todas nuestras culpas, como si un regalo material pudiera compensar toda una vida de sacrificios, toda una vida de dedicación, toda una vida de amor y abnegación. El amor con amor se paga, he pensado – a veces sucede – que esta crónica es el mejor regalo para mi madre Matilde Larrea de Salazar. Todo lo que deba escribir sobre ella no alcanzaría en una hoja de papel, si solo tuviera un poquito del talento de Pedro Almodóvar le haría una película, si tuviera un poquito de la inteligencia de García Márquez le escribiría un libro, si tuviera una décima de la sensibilidad de Cesar Vallejo le escribiría un poema. Perdón madre, no tengo ningún talento especial para hacer lo que realmente mereces. Lo que sí tengo es esta oportunidad para decirte lo maravilloso que es ser tu hijo, lo maravilloso que ha sido vivir cobijado en tu ternura, lo bien que me hace conversar contigo casi todos los días, como quien habla con una amiga en quien confías todos tus secretos, hacerte reír para que olvides los achaques de tu edad, hacerte reír para sentir que estoy a tu lado y alegrarme de que seas mi mejor amiga. Recorro a diario los miles de kilómetros que hay entre Monsefú y Sao Paolo para estar a tu lado, siempre quería estar a tu lado, siempre quería seguirte a donde fueras. De niño cuando se me iba el sueño a las cuatro de la mañana, tu ya estabas partiendo a trabajar, me levantaba corriendo a lavarme la cara como gato y te perseguía por el callejón de la casa suplicándote que me llevaras contigo, que no me dejaras, ¡por favor mamá llévame contigo! ¡Te juro que me porto bien! .Los focos que iluminaban la entrada a Chiclayo aun estaban encendidos cuando llegábamos a repartir la leche entre las calles Pedro Ruiz y Sáenz Peña, todavía recuerdo cuando iba contigo a Chepen llevando aceitunas, viajábamos por la carretera panamericana atravesando el desierto con la arena y el viento pegándonos en la cara, este debe ser el origen del espíritu viajero que me hizo conocer Europa y que ahora este radicado en Brasil. Hay en mi un fuerte carácter para soportar la adversidad, para soportar la pobreza y seguir adelante, ahora estoy seguro que este carácter lo herede de ti. Jamás te escuche quejarte cuando tuviste que lavar ropa ajena para poder alimentarnos, cuando trabajabas en la chacra para ayudar a mi padre, cuando tenias que levantarte a las tres de la mañana para ir a vender, cuanto hiciste por nosotros madre mía y que ingrato he sido muchas veces, perdóname madre, mil veces perdóname por todo el tiempo que estuve alejado de ti. En la vida de Matilde hay dos historias que cambiaron su destino, a los 14 años acompaño a mi abuelita Teodolinda en un largo viaje hasta Lima, mi abuelita – a la que no conocí - tenia una grave enfermedad que la tuvo postrada en el Hospital Loayza por mucho tiempo, como la casa donde se alojaban quedaba muy lejos, mi madre se vestía de enfermera y se quedaba todo el día junto a ella. El hospital Loayza fue el hogar de mi madre por todo el año que duro su tratamiento, después de largos padecimientos la mama de mi mama no pudo mas, esta temprana e irreparable perdida marco para siempre del destino de mí adorada Matilde, de hermana mayor se convirtió en madre de cinco menores a los que tuvo que criar con dedicación y esmero. El segundo hecho que marco su vida se inicio cuando perdió a su hermana Bartola, mis cinco primos huérfanos fueron repartidos en diferentes familias, cuando mi madre los visitaba era testigo de su tristeza, su blando corazón no podía verlos sufrir así que los reunió a todos y los llevo para mi casa, crecí en una gran y enorme familia con mis tíos, primos, hermanos fueron tiempos difíciles pero sin duda las mas felices de mi vida. ¿De que tamaño es el dolor que se siente cuando se pierda a una madre? ¿Cómo se puede mitigar este dolor? Matilde Larrea me dio una vez esta respuesta: Cuando perdí a mi madre senti que tambien moriría, sin ella no podia vivir, tan grande era mi dolor que no sali de mi casa por un año, sin embargo doce meses de luto no fueron suficientes para dejar de sufrir pero DIOS me dio resignación, me resigne al hecho de haberla perdido y eso me dio la paz que necesitaba. Como la madre de todas las batallas, soy hijo de muchas madres, Sebastiana Larrea también es mi madre, la tía “Sebita” la alegría de la familia, siempre nos hace reír aunque por dentro sienta que esta triste. Carmela Luyo de Larrea también es mi madre, gracias a su generosidad y apoyo puede estudiar en Lima. Fui testigo del gran amor que mi padre Porfirio le tenia a su mama mi abuelita Alejandrina Chafloque, nunca se resigno a perderla, una vez la tomo en sus brazos para llevarla al lugar donde le salvaron la vida, mi abuelita “Leja” vivió mas años gracias al amor de su hijo Porfirio. Soy testigo del amor que mis Hermanas Iris y Rebeca le tienen a sus hijos, trabajando a diario para alimentarlos y educarlos, queridas hermanas nos unen lazos de sangre, nos une el amor de Matilde y el cariño que les tengo a sus hijos. A mis cuñadas Lidia y Solanger mi sincero homenaje por ser ejemplo de amor, trabajo y superación. A mi gran amor Mónica Sanchez madre ejemplar, me devolvió la sonrisa cuando más lo necesitaba. ¡ Feliz Día de la Madre! En la distancia un abrazo, en la distancia un palpitar de amor para todas y cada una Uds. A las madres monsefuanas que se levantan tempranito para ir a trabajar, que en la adversidad y la pobreza nunca se rinden ¡ Feliz Día de la Madre!.
Jorge Salazar.
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